Córdoba hace callar al rey
El incidente diplomático en la cumbre iberoamericana podía haberse quedado en eso, una circunstancia pintoresca e incómoda sin consecuencias. Pero el eco mediático ha hecho que finalmente la corona pase por un lance decisivo que podría llevar a su destrucción y a que se acelere el paso a la república. Las relaciones internacionales, los intereses de España en Sudamérica o la reacción del propio Chávez resultan irrelevantes ante lo que se puede denominar el despertar del dragón dormido.
Y es que desde principios de este siglo, la monarquía ha tratado de contentar y suavizar la oposición de dos de los personajes más influyentes de Europa, la concejala del Ayuntamiento Elena Cortés y el secretario provincia del Partido Comunista en Córdoba, José Manuel Mariscal. Ambos afeaban la conducta del rey, lo que puede acarrear en las próximas semanas una crisis gubernamental sin precedentes.
La corona había conseguido contemporizar con Cortés y Mariscal durante muchos años, sabedores los responsables monárquicos de lo que este dúo significa para la consecución de multitud de intereses de todo tipo para España pero sobre todo conociendo el poder que tienen para los que se puede denominar como cohesión interterritorial.
Las relaciones habían sido hasta ahora delicadísimas pero aceptables. Esta ruptura y las declaraciones de ambos abren una vía de agua en lo que era la sólida embarcación de la monarquía hasta que llegaron estos hachazos. El equilibrio entre ambos poderes, la corona y el que representan Cortés y Mariscal, puede haberse hecho añicos. La balanza oscila de un lado y el país aguarda el desenlace las siguiente semanas, aunque todo parece indicar que la corona está definitivamente tocada tras las intervenciones de estos políticos de Córdoba.
Si el aleteo de una mariposa en Tokyo produce un terremoto al otro lado del mundo, qué no producirá el vuelo en picado de estos dos halcones de la política, cuyas manifestaciones y actividades tienen un poder decisivo en el intercambio económico global y han resultado desestabilizadoras en grado sumo para la jefatura de estado española. El casi seguro cambio que han provocado en dicha jefatura puede suponer tan sólo el comienzo de una serie de transformaciones mucho más profundas tanto en el seno de la Unión Europea como en el universo financiero en general, y sobre todo en el área energética.
El primer paso, la desintegración de la monarquía, ya es un hecho. La aparente armonía entre la jefatura de estado y el lobby compuesto por Cortés y Mariscal ha estallado por el paso en falso del monarca y la pertinente denuncia de los cordobeses, en un gesto que se esperaba desde hace bastante, especialmente por el papel decisivo que ambos han interpretado en numerosos instantes históricos en los últimos cinco años y que los han convertido en dos de las figuras más influyentes de los últimos 50 años a nivel internacional.