Romance imperfecto del granito rosa
Se asoma el Puente Romano
al río que huele a flores,
a Flores el chatarrero.
arriba los corazones.
El Puente estaba viejuno
por las civilizaciones
que pisaron sus baldosas
bien a pie o bien con coches,
unos tirados por bueyes,
siglos después por motores.
Años de historia contemplan
a varoniles varones
que echan agüita amarilla
sorteando sus balcones
con asombrosa parábola
que hace de salva u honores.
Se oía en el ramaje
cantar a los verderones,
por lo que en este poema
ya hay pajaritos y flores.
Así lo mandan los cánones,
no se quejen los lectores.
El Puente estaba viejuno
y tenía desconchones,
arrugas, patas de gallo,
varices y mal de amores,
(no lo miraba el río
ni de día ni de noche.
Sonreía a los piropos
del puente de Miraflores).
El tiempo pasa factura.
Se temían los prebostes.
que si pasaban se hundiera
con todos sus asesores.
Los jefazos encargaron
ligting y liposucciones.
En un pis-pás quedaría
como en sus días mejores
cuando Augusto lo cruzaba
con las feroces cohortes.
Ni Abderramán (el tercero),
que encargó reparaciones,
habría reconocido
a puentecillo tan joven.
El Gobierno de la Junta
buscaba buenos doctores
para dejar como nuevo
el Puente. Los inversores
señalaron con su dedo
al artista de los Dioses,
el elegido, Juan Cuenca,
(siempre lo eligen, bemoles)
Vanguardista como pocos
a lo moderno responde
desde que el sol se levanta,
se alza, sigue y se pone.
Ya la esencia del espacio
la trabajaba de joven
con los del 57
y llenaban de colores
unos lienzos, los colgaban
y a correr, con dos cojones,
que en el arte de hoy en día
la osadía es lo que pone.
Miraba el puente Juan Cuenca
y lo veía muy pobre:
Cuando venga la familia
y observe desde la torre
del Centro de Visitantes,
que luzca con esplendores,
y sea fácil limpiarlo,
con mijita Mr. Proper,
que lo del mantenimiento
es muy caro y somos pobres,
luego no queda parné
para tantas comisiones
que estimulan los cerebros
y labor de los prohombres
que levantan la región
desde el llano y hasta el monte.
Por la Junta Junta Junta
se oía rumor de voces.
¡Salve al maestro Juan Cuenca!
¡Qué fiesta en los corredores!
Cubría el Puente un pasillo
que iba del sur al norte.
Granito rosa del bueno,
del que emplean los mejores
para pasar una mopa
y nos vamos. Los relojes
eran claros, se tardaba
menos de cero con doce
en dejar como patena
la solería. Loores:
¡Feldespato, cuarzo y mica!
¡Y a otra cosa señores!
Pero algunos cordobeses
llenos de resquemores
no entienden la perfección
del artista de los Dioses
El desánimo desangra
la ciudad a borbotones,
rebosan en los periódicos
las descalificaciones.
Por acá granito rosa,
por allá unas maldiciones,
media docena de insultos
y algunas imprecaciones.
¡Vive Dios, analfabetos!
¡Iletrados hotentotes!
La ciudad de la incultura
a lo nuevo no responde,
senequistas sin remedio
que del futuro se esconden...
¿No ven que el granito rosa
se limpia de mil amores?
Dejen ya de criticar
aquello que desconocen.
¿Las losetas no son monas?
El artista de renombre
está trabajando en eso
y en los alrededores,
en una una nave espacial
con bonitos miradores.
Dejen trabajar al genio
Cuenca sin interrupciones.
No saben de arquitectura,
asuman ya sus errores.
Nota: El responsable de la sección poética de El Perol Sideral pide disculpas a los amantes de la métrica. Como podrán observar, y aunque en octosílabos, este romance no mantiene, como debiera ser, la rima asonante, sino que combina la asonante y consonante, de ahí que se señale en el título como imperfecto.
al río que huele a flores,
a Flores el chatarrero.
arriba los corazones.
El Puente estaba viejuno
por las civilizaciones
que pisaron sus baldosas
bien a pie o bien con coches,
unos tirados por bueyes,
siglos después por motores.
Años de historia contemplan
a varoniles varones
que echan agüita amarilla
sorteando sus balcones
con asombrosa parábola
que hace de salva u honores.
Se oía en el ramaje
cantar a los verderones,
por lo que en este poema
ya hay pajaritos y flores.
Así lo mandan los cánones,
no se quejen los lectores.
El Puente estaba viejuno
y tenía desconchones,
arrugas, patas de gallo,
varices y mal de amores,
(no lo miraba el río
ni de día ni de noche.
Sonreía a los piropos
del puente de Miraflores).
El tiempo pasa factura.
Se temían los prebostes.
que si pasaban se hundiera
con todos sus asesores.
Los jefazos encargaron
ligting y liposucciones.
En un pis-pás quedaría
como en sus días mejores
cuando Augusto lo cruzaba
con las feroces cohortes.
Ni Abderramán (el tercero),
que encargó reparaciones,
habría reconocido
a puentecillo tan joven.
El Gobierno de la Junta
buscaba buenos doctores
para dejar como nuevo
el Puente. Los inversores
señalaron con su dedo
al artista de los Dioses,
el elegido, Juan Cuenca,
(siempre lo eligen, bemoles)
Vanguardista como pocos
a lo moderno responde
desde que el sol se levanta,
se alza, sigue y se pone.
Ya la esencia del espacio
la trabajaba de joven
con los del 57
y llenaban de colores
unos lienzos, los colgaban
y a correr, con dos cojones,
que en el arte de hoy en día
la osadía es lo que pone.
Miraba el puente Juan Cuenca
y lo veía muy pobre:
Cuando venga la familia
y observe desde la torre
del Centro de Visitantes,
que luzca con esplendores,
y sea fácil limpiarlo,
con mijita Mr. Proper,
que lo del mantenimiento
es muy caro y somos pobres,
luego no queda parné
para tantas comisiones
que estimulan los cerebros
y labor de los prohombres
que levantan la región
desde el llano y hasta el monte.
Por la Junta Junta Junta
se oía rumor de voces.
¡Salve al maestro Juan Cuenca!
¡Qué fiesta en los corredores!
Cubría el Puente un pasillo
que iba del sur al norte.
Granito rosa del bueno,
del que emplean los mejores
para pasar una mopa
y nos vamos. Los relojes
eran claros, se tardaba
menos de cero con doce
en dejar como patena
la solería. Loores:
¡Feldespato, cuarzo y mica!
¡Y a otra cosa señores!
Pero algunos cordobeses
llenos de resquemores
no entienden la perfección
del artista de los Dioses
El desánimo desangra
la ciudad a borbotones,
rebosan en los periódicos
las descalificaciones.
Por acá granito rosa,
por allá unas maldiciones,
media docena de insultos
y algunas imprecaciones.
¡Vive Dios, analfabetos!
¡Iletrados hotentotes!
La ciudad de la incultura
a lo nuevo no responde,
senequistas sin remedio
que del futuro se esconden...
¿No ven que el granito rosa
se limpia de mil amores?
Dejen ya de criticar
aquello que desconocen.
¿Las losetas no son monas?
El artista de renombre
está trabajando en eso
y en los alrededores,
en una una nave espacial
con bonitos miradores.
Dejen trabajar al genio
Cuenca sin interrupciones.
No saben de arquitectura,
asuman ya sus errores.
Nota: El responsable de la sección poética de El Perol Sideral pide disculpas a los amantes de la métrica. Como podrán observar, y aunque en octosílabos, este romance no mantiene, como debiera ser, la rima asonante, sino que combina la asonante y consonante, de ahí que se señale en el título como imperfecto.
3 Comments:
Sólo nos faltaba esto! El habitual humor corrosivo y desternillante del Doctor aliñado con su métrica y condimentado con la rima. Grande Doctor, grande!
Merecían unos versos los lamentos de Juan Cuenca cuando Prasa quería levantar su torre. Donde las dan las toman, ¿verdad?
Disculpemos a la métrica, ¡¡¡por dioooosss!!!. El resto...está de muerteeeeee!!!!
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