domingo, noviembre 20, 2005

La leyenda de las adhesiones

Vinieron las adhesiones para la capitalidad cultural de 2016. Vinieron de todas partes. Por el norte y por el sur. Por el este y el oeste. Cayeron adhesiones desde arriba. Por las grietas del suelo brotaron adhesiones. Había racimos de adhesiones en los árboles. Los pájaros traían sus adhesiones. Olas de adhesiones, montañas de adhesiones entraron por cada lugar de la ciudad. Perfumaron el Museo de Bellas Artes, que empezó a oler a adhesiones. Construyeron un cuarto de baño en el Museo de Julio Romero de Torres, y así los visitantes ya podían aliviarse en un retrete de papel de adhesiones. Taparon los desperfectos del Museo Taurino y las pintadas de los jardines. Crearon pantallas para evitar el insoportable ruido de las avenidas y levantaron multitud de pisos de precio accesible. El río de adhesiones arrasó con las parcelas ilegales que destrozaban la Sierra. Y seguían viniendo adhesiones. Unas miles acababan con la marginación de algunas barriadas, otras creaban empresas y puestos de trabajo. Las adhesiones, de pronto, se transformaban en contratos indefinidos cuando no en ventajosas hipotecas. Crearon nuevas calles que descongestionaron el tráfico, cubrieron las vulgaridades estéticas de los nuevos edificios, muchas de ellas desplazaron a los documentos que corrompían el urbanismo o formaron suaves colchones para recoger a los obreros que caían desde los andamios. Algunas adhesiones se especializaron en el espíritu. Se adentraban así en las almas de los políticos. Unos aprendían a hablar por arte de magia, otros dejaban atrás las faltas de ortografía y la sintaxis de párvulos. Muchos mejoraron de sus tics nerviosos y vieron disminuir las paranoias. Un grupo de ellos incluso empezó a razonar. Las adhesiones también se adentraron en el mundo de la información. Diarios, emisoras radiofónicas y televisiones comenzaron a publicar noticias después de años dedicados a la propaganda y la publicidad. Un hombre, una adhesión. Una mujer, una adhesión. La urbe latía con un ritmo febril mientras llegaban más y más adhesiones. Surcaban las adhesiones cada rincón, cada centímetro. Dilataban y expandían Córdoba poco a poco, de manera constante y placentera. Se alzaban tocando el cielo. Se erguían hacia lo azul y hacia lo que hay más allá. Como un solo cuerpo arcangélico, henchido de gozo, con un sinfín de alas, estallaron en un fenomenal, extraordinario, elefantíaco, asombroso, formidable orgasmo que salpicó cada región, cada país, cada continente. Al fin, todo el planeta, adherido ya, veía como el sol daba vueltas a su alrededor.

En este momento suena la alarma. La alcaldesa se despierta y ve que el dinosaurio todavía estaba allí.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

PASIÓN DE TRIPARTITOS

CAPÍTULO I
Desde las más oscuras catacumbas y búnkeres hijos de la prevaricación bajo
el susbsuelo de la residencia presidencial, el siniestro Zapatuerto maquina
nuevas y sutiles formas de flagelar a los españolitos. Para ello ha ordenado
a sus esbirros Carodonte y Maramall que secuestren y confinen a la Constitución,
moza de honrosa fama, a fin de consumar en ella sus oscuros deseos lascivos.

Entretanto la cándida Rajoya se esparce alegremente por la Comarca Hispánica
ajena al peligro que se cierne sobre su virginidad nacional. Rajoya
contempla extasiada los prados de la Comarca atestados con diez millones de
bellas flores y se pregunta anonadada qué utilidad podrán tener. Es entonces
cuando se ciernen sobre ella tres siniestros malhechores enmascarados que
violentándola la fuerzan a recibir una dosis casi letal de estatutina en
forma de supositorio...

Quien es esa Espaaaaañaaaaa
que se rompe y que se quiebra,
que se balcaniza,
se le independizan,
se nos va a la mierdaaaaa...


PASIÓN DE TRIPARTITOS
CAPITULO II

Tras la dosis de estatutina recibida por via rectal, Rajoya contempla
aturdida desde el lodo cómo los malvados Rubalcabrón, Puigcerdo, y Matazares
huyen con presteza.

Satisfecho con la fechoría perpetrada por sus secuaces, Zapatuerto, rey de
los ciegos, les arroja unas monedas que éstos se reparten a regañadientes no
sin antes deshacerse en muecas, alharacas, y genuflexiones de agradecimiento
ante su señor y líder espiritual, verdadero y genial conductor de masas en
el pais de los ciegos.

Al salir éstos Zapatuerto acomoda su presidencial trasero en el mullido
sillón que otrora soportara el peso de otras presidenciales y anteriormente
excelentísimas nalgas, y deshace la sonrisa que imborrable le acompaña.
Desde la lóbrega y húmeda oquedad de su despacho el traidor cavila sobre sus
pérfidas intenciones. Poco falta ya para ver cumplidos sus planes de
adueñarse de la Comarca Hispánica para ponerla a los excelsos pies de su
Señor Oscuro.

Sólo vuelve a la realidad cuando entra en la sala su inseparable esposa,
Sonsi Ionesco, la cantante tuerta, prodigio de la naturaleza a quien el
Señor Oscuro, merced a su devoción, otorgó el don de cantar y realizar otros
menesteres conyugales al unísono. La pareja, fiel émula de la tradición
presidencial estadounidense, se enzarza en una ardorosa lucha cuyos ecos
resuenan en las más lejanas estancias monclovitas, mientras puertas afuera
los fieles escuchan asombrados la prodigiosa voz de la soprano.

Pero volvamos con Rajoya, quien zaherida, se ha desvanecido en el prado,
hasta que un robusto molinero que por allí pasaba la ha socorrido y presto
la lleva en sus brazos hasta su molino. El humilde molinero, llamado
Azevedo, ha sentido pronto algo más que una mera concomitancia ideológica
hacia ella...


Quien es esa Espaaaaañaaaaa
que se rompe y que se quiebra,
que se balcaniza,
se le independizan,
se nos va a la mierdaaaaa...

NOTA: cualquier parecido con la realidad no es pura casualidad. Los nombres
que se dan son ficticios y los personajes no se basan en ninguna persona
conocida.

12/05/2005 8:17 p. m.  

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