sábado, marzo 17, 2007

Encrucijada orofaríngea

Esta semana se ha presentado en sociedad la Torre de Poniente, edificio destinado a servir de sede para cinco delegaciones de la Junta de Andalucía. El anteproyecto lo describe como un edificio de 16 plantas y 56 metros de altura. En meses pasados ya debatimos por aquí acerca de quién la tenía más alta (http://elperolsideral.blogspot.com/2006/09/ver-quien-la-tiene-ms-alta.html). Esta vez debemos de señalar otros peligros para la gente al margen de la degradación del paisaje y la conversión de la ciudad en una sucesión de cristaleras sin sentido de la estética: hablamos de ruido, de contaminación acústica.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) sitúa el límite de 62 decibelios como la media aceptable para una ciudad, aunque está comprobado que medias superiores a 55 decibelios ya causan trastornos en el sueño. La Torre de Poniente supone la concentración en un espacio muy reducido de miles de funcionarios que durante horas estarán dedicados a su función principal: roncar.

Existe un claro precedente que parece no haberse tenido en cuenta, el de la actual sede de la Junta en los Ministerios. Esa concentración de funcionarios, por ejemplo, hizo necesaria la catalogación de Ciudad Jardín como Zona Acústicamente Saturada (ZAS). Los ronquidos que se emiten desde ese edificio convierten al lugar en inhabitable. Las instituciones, más corporativistas que los médicos cuando se dejan el bisturí en el interior del paciente operado, consiguieron derivar las responsabilidades a la movida, los pubs de diversas calles y el tráfico. Una simple medición realizada en el entorno de la sede de la Junta proporciona datos inapelables: el ronquido medio de funcionario resulta devastador para el oído humano.

El funcionario de una institución como la Junta está roncando de 8 a 15 horas, salvo en el periodo de 30 minutos que tiene para el desayuno, periodo que se transforma en hora y media debido a la relatividad del espacio-tiempo que ya señalara Einstein. Las propias salidas y entradas en tropel de los funcionarios durante el desayuno y la masticación y deglución simultánea de tostadas y bollos en las cafeterías que rodean a su sitio de trabajo ya producen ruidos de niveles insoportables.

Todo ello se incrementa durante la jornada laboral que precede y sigue al momento del café, cuando los ronquidos al unísono se potencian al forzar la encrucijada orofaríngea, compuesta por la lengua, la parte alta de la garganta, la úvula y el paladar blando. El ronquido se produce cuando estas estructuras se ponen en contacto y vibran durante la respiración. Como indicamos, los funcionarios fuerzan la encrucijada orofaríngea al quedarse dormidos en posiciones inverosímiles, bien con la cabeza sobre el teclado del ordenador, bien de pie e inclinados con la cabeza sobre el fax, ora echados hacia atrás en los asientos hasta mostrar la campanilla, ora en el retrete con la cabeza apoyada en las manos. De esta forma los ronquidos alcanzan una intensidad que se puede calificar de entre terrible y bárbara.

Lejos de tomar medidas adecuadas para preservar a la ciudadanía del ruido funcionarial, como desperdigarlos por la serranía, se pretende juntarlos de nuevo en un edificio todavía más grande, sin tener en cuenta además que los hilillos de baba que caen por las comisuras de los labios de los funcionarios dormidos, valga la redundancia, suelen corroer los suelos, por lo que resulta un desperdicio trasladarlos para que esa acidez de la saliva acabe en breve con la estructura de un rascacielos tan bonito.

Por ello somos partidarios de evitar la construcción innecesaria de ese coloso, aunque sí consideramos que su maqueta puede sumarse a la de otros proyectos para ir dando forma al futuro Parque de las Maquetas, donde se darán cita a escala las ideas más importantes de la Ciudad de las Tres Inculturas con el objeto de que los niños jueguen dentro de ellas.