sábado, marzo 06, 2010

Requiem por un paseo

Recuerdo con cierta nostalgia el Bulevar del Gran Capitán. Los más jóvenes no han tenido oportunidad de conocerlo. Era un paseo que iba desde la sede de Caja.. de Unicaj… del banco Fundido que hay junto al Corte Inglés hasta San Nicolás, Nico para los laicos. Se caracterizaba principalmente por suponer un paseo agradable pero lleno de sorpresas debido a las palomas kamikaze. En efecto, estas aves se habían acostumbrado tanto al ser humano que en lugar de considerar al cuerpo y cabezas de los transeúntes como elemento sólido lo trataban de espacio atravesable, lo que obligaba a los viandantes a agacharse de vez en cuando si no querían llegar a sus casas, lugares de trabajo o bares con la boca llena de plumas y un ojo colgando.

Desde el verano pasado no se ve este paseo. Sepultado primero bajo una horripilante exposición de fotos de gran tamaño que trataba sobre los trasplantes, supongo que para quitar las ganas de donar los órganos, fue posteriormente enterrado con diversas capas de carpas, valga la cacofonía, ora para vender cachivaches, ora para patinar sobre hielo.

Cuando por ventura asomaba un cacho del antiguo terreno iba alguien y ponía una tienda de campaña de la Caixa. En su interior grupos de escolares podían librarse de clase mirando interesantísimos paneles.

Poco después, cuando parecía que el lugar se dejaba por fin al albur del vientecillo y la lluvia, que gracias a su erosión podían de nuevo sacar a la luz algunos resquicios de lo que fuera el conocido bulevar, surgió otra plantación de paneles, esta vez del área de Juventud del Ayuntamiento, dispuestos primero en forma de slalom para terminar en una parilla de ellos. De esta manera, el peatón puede ir esquivando alegremente las particulares balizas para al final estamparse contra ese muro de metal, quizá una versión a la andaluza, y por tanto exagerada, del deporte conocido como parkour.

Desde aquí lloramos la pérdida de este bonito paseo, que posiblemente encontrarán generaciones venideras al excavar un lecho de siete metros de exposiciones, paneles y tenderetes. Despedimos igualmente a la Plaza de la Corredera, sepultada bajo las terrazas, y próximamente al Paseo de Córdoba, que hace tan sólo unos días, frente al hotel Center, empezaba también a ocultarse bajo otra terraza, en esta ocasión un corral de diseño con un discretísimo color rojo rodeado de una apenas perceptible valla de madera.