Pleno privatizado
A veces los juegos por Facebook no son suficientes. A veces
el gin tonic no es suficiente. Ni las aficiones de fin de semana: he ahí esa
piragua inflable, e ahí la bici de montaña del Carrefour, e ahí el puti-club
Casa Duende. A veces ni la lectura es suficiente, si es que se lee, ni las
grandes series de televisión, si es que se ve algo distinto a la morralla del
corazón. Y el cuerpo pide fanfarria, una conexión con algo atávico, con las
ceremonias alrededor del fuego. Gritos, danzas, tamboriles, un hechicero, una
princesita que muestre las tetas y unos guerreros. Lo más parecido a eso es el
carnaval, donde en lugar de himnos de guerra o de petición a los dioses tenemos
el sonsonete del cazú. El cazú es el silbatito o flautín que se toca en
carnaval para cuyo aprendizaje no hace falta ir al conservatorio superior de
música Rafael Orozco. Es bueno saber cómo se llaman las cosas que deseas
meterles por el culo a sus usuarios. Lo segundo más parecido es la protesta en
el pleno del Ayuntamiento.
Al pleno va uno a divertirse, a pedir que llueva. A no dejar
hablar al prohombre, como si se estuviese en clase. El profesor apocado intenta
hablar y el coro de niños grita uuuuuuuuueeeeeee caaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaabrón.
Es la fiesta de la democracia sin democracia, la batucada de los adultos
aburridos que ansían jugar de nuevo a indios y vaqueros siendo todos indios
alrededor de la hoguera y sin manitú a la vista, que a manitú ya lo mató
Nietzche. Y así desde hace unos años nos encontramos con la toma del pleno por
parte de la cacerolada. Se supone que interrumpir la sesión plenaria con gritos
y pedorretas es lo máximo de la representación ciudadana. E impedirlo, como
quiere hacer el PP, el máximo en fascismo ahora que todo el mundo menos uno
mismo es fascista.
En cierto modo lo que se pretende es privatizar el pleno.
Las protestas horteras son un poco como el colegio público, un colegio público
algo conflictivo. Se pueden establecer comparaciones con los miembros de la
fanfarria y la supuesta clase.
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El equivalente al niño con síndrome de down que sus
padres se empeñan en llevar al aula ordinaria a pesar de que sólo realiza
soliloquios en alto lo tenemos.
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El gitano y su familia gitánez lo tenemos
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El esquizofrénico que se masturba metiendo la mano en
el bolsillo lo tenemos.
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Los canis sosio illo qué pasa compare los tenemos.
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Las tremebundas gordas de ropas chillonas que hablan
con tres tacos por cada cinco palabras las tenemos.
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Y también tenemos un núcleo de alumnos normales no se
vaya usted a creer.
Y cada miembro de la protesta con tambor y pancarta
representa su papel, como en un juego de rol.
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¡Yo hago de subnormal!
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Ya, si te lo íbamos a dar.
Y ahora viene el PP y quiere convertir esta protesta/colegio
público en asistencia restringida/colegio privado. Más de 30 plazas quedan
reservadas para asesores y periodistas, que hacen de curas y monjas con todos
sus avíos de secreto de confesión y adulación al director respectivamente. El
resto asistentes/alumnos muy educados que protestarán por turnos levantando la
mano y hablando de usted, seguramente en latín y otros idiomas, ya que serán
protestas muy bilingües.
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Disculpadme, maese edil. Mi nombre es Asgeir de Hower,
hijo de Thorleif. Por todos los dioses si en mi calle la farolas algo alumbran.
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Condottiero, ma io quizziera manifestare in questo
lugare de la libertá zziudadanna mi contrarietá per l’último accuedo laborale.
Grazzie.
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Excuse
me, Mayor and councillors, the shit contenetors in my street has been
trasladeishon to the la vuelta la corner, ¿why?
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Megsi pog pegmitigme esta breve integvensión. Vegán,
ussías, la vegbena de mi baguio pone la musicá a un volumén que se puede
catalogag de estgruendosó.
Como antaño en los colegios de escolapias se seguirán los
principios de urbanidad para poder ir al baño: “¿Puedo ir al petit?” (mano levantada
con el dorso del índice en la frente para pipí, mano levantada con el dorso de
índice y corazón en la frente para cacota). Buena cosa sería vender un uniforme
para la ocasión, obligatorio, que el Ayuntamiento necesita ingresos.
Ya quisiéramos que la medida continuasen hacia un pleno
todavía más restringido, libre ya de público y de los propios concejales, un
pleno solo que hiciera honor a aquel poema de Vicente Aleixandre, “Los
inmortales”, donde cantaba a un mundo sin hombres, anterior a los hombres,
llegando a exclamar “¡humano, nunca nazcas!”. Nacidos ya los politicastros y
mejor criados que nadie, ingenuos clamamos poéticamente durante esta feria del
libro para la liberación de esa sala, una sala ya no de plenos sino plenamente
vacía, aire puro y silencio, no ya privatizada, sino privada de tan
prescindibles dirigentes de todos los colores. En lugar de ese “¡humano, nunca
nazcas!” habrá quizá que recurrir al más popular ¡Te quié í ya de aquí, sipote!
No caerá esa breva, pero mandamos estas plegarias a San Rafael, arcángel que cuando no está siendo nombrado socio de honor de alguna institución cordobesa sabemos gran lector de blogs.