Tras el fiasco de la elección a capital europea de la cultura el ambiente en el Ayuntamiento cordobés era muy jodido. Muecas jodidas, risas forzadas jodidas, abrazos jodidos. Una pantalla de televisión grandota muy jodida, como si se la hubiese llevado para allá un concejal después de sacarla de su habitación, donde cada noche ve Teletienda junto a una esposa dormida que le da la espalda y le pone el culo así como una barrera, un culo de no te acerques, culo de no se toca y mucho menos se folla, un culo-gran-muralla-de-China. Voluntarios con ridículas camisetas lloraban como nazarenos de una hermandad ante una jornada lluviosa, esos nazarenos que todos los años se quitan la capucha para hacer pucheros y salir el la foto del diario. Nazarenos como carros llorando como niñas ahora que no lloran las niñas. Igual los voluntarios, esos seres siniestros que se prestan a todo. Necesito voluntarios. Y estas personas alzan sus manos antes de preguntar para qué.
Los voluntarios lloraban como muy consternados con esa consternación de voluntarios que se quita cuando les encomiendan otra misión. Tome esta otra camiseta, hombre de Dios, y luche contra el cáncer de omoplato. Y ya dejan de llorar porque tienen que estar activos, todo el rato moviéndose como los tiburones. Un voluntario se ahoga en su propio vómito incluso de pie si no tiene una causa, una camiseta y un banderín.
Los voluntarios lloraban, insisto, con lágrimas de voluntario, que brotan forzadas cuando la labor no llega a buen puerto, que brotan muy forzadas, ya que al instante se descojonaban por cualquier cosa y luego volvían a llorar.
En ese ambiente podía suceder lo peor que puede suceder en Córdoba en ambientes parecidos. Y sucedió. Ya lo creo que sucedió. Los voluntarios que ora lloraban ora se partían el pecho empezaron a cantar “Soy cordobés”. Se les unieron tímidamente algunos de los presentes. En Córdoba pasan cosas extrañas. Esta canción debería afirmar la raza, la identidad, el lugar de procedencia. Debería ser un puto grito de guerra antes de destripar al enemigo, violar a sus mujeres y matar a sus niños. En cambio cada vez que se oyen esas notas es que o bien la hemos cagado o procedemos a cagarla.
- De la tierra de Julio Romero, añadió un tercio de los congregados.
A pintor de la musa gitana ya no llegó nadie. Pero tras lo peor llegaba lo previsible, lo muy peor, el salmorejo de tópicos en días sucesivos:
Exterior. Noche. Un teatro griego parecido a de la Axerquía pero instalado en las Tendillas. El coro, con máscaras de Manolete, entona “Soy cordobés”. Como corifeo el propio Julio Romero de Torres. Tras introducir la escena todo queda a oscuras, salvo un círculo donde dialogan varios personajes:
PERSONAJE 1: Ha sido un duro golpe del que a la ciudad costará reponerse.
PERSONAJE 2: Ha sido una injusticia.
PERSONAJE 3: Somos los mejores.
PERSONAJE 4: Córdoba ya era capital cultural de todas formas.
PERSONAJE 1: De hecho el trabajo realizado ha sido encomiable.
PERSONAJE 2: Muy encomiable, efectivamente.
PERSONAJE 3: Yo diría ejemplar.
PERSONAJE 4: Hay que aprovecharlo y mirar hacia adelante.
PERSONAJE 1: Hemos conseguido grandes cosas.
PERSONAJE 2: Y hay que seguir insistiendo en esa inercia cultural.
PERSONAJE 3: En todo ese trabajo en común.
PERSONAJE 4: Hay que seguir por ese camino.
PERSONAJE 1: Nos miran Maimónides y Averroes.
PERSONAJE 2: Y Lagartijo.
PERSONAJE 3: Hay que seguir apostando por la cultura, por los artistas locales.
PERSONAJE 4: Nuestra candidatura era la mejor, el esfuerzo mereció la pena.
TODOS: ¿Cuándo es la próxima?
El salmorejo de tópicos tiene efectos amnésicos. La gente olvida. Se olvida que durante años la capitalidad fue un sencillo artefacto de propaganda política en torno a la figura de Rosa Aguilar. La utilización de la capitalidad llegó a extremos ridículos y de vergüenza ajena, como coletilla después de cualquier comparecencia pública. Todo era por la capitalidad. Rosa sudaba capitalidad, cagaba capitalidad. La jugada era redonda. Al ser algo en teoría positivo, aunque palabrería, a ver quién se ponía en contra en este mundo de corrección política. Capitalidad por aquí y capitalidad por allá. En cuanto al contenido una pequeña oficina sin personal y cuatro medidas que se pueden pensar en un rato en la taberna. Así durante años, con muchas adhesiones por supuesto, que se adhería hasta el Potito.
- Adhiérase ¡rápido!
- ¿Qué? ¿Quién es usted? ¿Qué hace en mi casa?
Tras esa farsa se puso en marcha el resto de la función. Primero la capitalidad era una foto de Doña Rosa Aguilar Rivero con todos sus dientes blancos. Más tarde había que hacer algo para justificar, que se iba acercando la fecha y el fichaje por el Psoe. Junto a la oficina de coña se pone en marcha una Fundación que no se pone en marcha por falta de presupuesto. Cuando la fundación que se había puesto en marcha y no se ponía en marcha se pone por fin en marcha ya no queda mucho tiempo. Como no hay dinero ni ganas ni talento se opta por lo fácil: cualquier muestra cultural que ya existiera en Córdoba se incluye en la capitalidad.
- Perdone, pero es que esto lleva haciéndose mucho.
- De la Capitalidad de toda la vida, impertinente.
Junto a la chistera donde todo se metía para sacar el conejito blanco se hace lo habitual. Dónde están esos pedazos de artistas locales. Se hace una lista de la compra. A ver, necesito… apunta niña:
Cuatro poetas, que no falten Medel y el Balaústre ese
Dos cortometrajistas
Dos performancers
Cinco actores
Seis músicos
Cuatro pintores
Un escultor
Tres novelistas
Un mimo o payaso
50 gestores culturales
Tras apenas cuatro actividades hechas deprisa y corriendo está lista la novela que se presenta al jurado y nadie conoce. Eso no impide las críticas de los medios de comunicación:
“Impresionante, impactante”, La Verdad de Córdoba.
“La mejor capitalidad desde Tesalónica 97”, El Mercurio de Córdoba.
“Impactante, impresionante”, El Vocero de Córdoba.
“La mejor capitalidad desde Glasgow 90”, El Mensajero de Córdoba.
“Trepidante, un lujo para los sentidos”, El Observador de Córdoba.
“Orgullosos de ser cordobeses”, La Gaceta de Córdoba.
“Mejor imposible”, El Universal de Córdoba.
Y al final llega el chasco, cómo es posible que ante tantísimo trabajo tan bien realizado nos echen a la cuneta y pongan encima a unos etarras. Con todo lo que se ha hecho, con toda la ciudad volcada, con esas camisetas tan bonitas, con tanto azul europeo, con ese pedazo de oficina y ese pedazo de Fundación.
- No pasa nada. Vamos a mantener la Fundación, que ha hecho un trabajo impresionante.
- E impactante diría yo, como director de El Vocero de Córdoba que soy.
- Gracias. Pues eso, que vamos a seguir así.
Exterior. Noche. Un teatro griego parecido a de la Axerquía pero instalado en las Tendillas. El coro, con máscaras de Manolete, entona “Show must go on”.