Un brindis
Ligeramente opalescente, persistente, entre petróleo y tiólico, con un matiz graso y sin duda un sabor muy largo y más bien duro. El delicioso trago de agua del pantano de Iznájar provoca en el paladar una agradable sensación única, exclusiva… sensual. Su concentración de terbutilazina consigue aunar en el vaso un conjunto de estímulos y matices difíciles de clasificar, por complejos. Al principio… el cosquilleo en la campanilla, posteriormente su irritación y desecación; a la par esa caricia en la cara superior de la encía, a la que horada con mimo, como una cariñosa y amante daga; mientras, la lengua se debate en un festival de emociones: allí la somera corrosión, allá el desprendimiento de papilas, acullá la insistente punzada; la glándulas salivales no se mantienen ajenas al carrusel sensitivo, e incluso se tornan manantiales de riachuelos anti-plaga que corren por los carrillos erosionando la dentadura con alegre compás.
La delegación de salud de la Junta de Andalucía y la Empresa Provincial de Aguas han realizado una excelente labor con este moderno proyecto que pretende promover la creatividad entre los agricultores en torno al mundo de la cata de agua. Los olivareros de la campiña cordobesa han conseguido elaborar un líquido de crianza que sin abandonar la tradición bien puede calificarse de vanguardista. La adición de herbicidas mantiene la esencia del agua, que se desprende de parte de una pureza demasiado rancia y ortodoxa para ganar en profundidad. Cierto es que la red de distribución de los pueblos no parece el recipiente adecuado para disfrutar de esta ambrosía, por lo que recomendamos se deje reposar en tonel oxidado y siempre en un lugar húmedo y sucio.
Esperemos que el celo de las autoridades sanitarias no estropee finalmente un logro del que debemos estar orgullosos todos los cordobeses. Alcemos nuestras copas de agua del pantano de Iznájar para brindar por las Tres Inculturas.
La delegación de salud de la Junta de Andalucía y la Empresa Provincial de Aguas han realizado una excelente labor con este moderno proyecto que pretende promover la creatividad entre los agricultores en torno al mundo de la cata de agua. Los olivareros de la campiña cordobesa han conseguido elaborar un líquido de crianza que sin abandonar la tradición bien puede calificarse de vanguardista. La adición de herbicidas mantiene la esencia del agua, que se desprende de parte de una pureza demasiado rancia y ortodoxa para ganar en profundidad. Cierto es que la red de distribución de los pueblos no parece el recipiente adecuado para disfrutar de esta ambrosía, por lo que recomendamos se deje reposar en tonel oxidado y siempre en un lugar húmedo y sucio.
Esperemos que el celo de las autoridades sanitarias no estropee finalmente un logro del que debemos estar orgullosos todos los cordobeses. Alcemos nuestras copas de agua del pantano de Iznájar para brindar por las Tres Inculturas.